3 de enero de 2011. Señoras y señores, el mundo no se ha acabado. Seguimos dando vueltas alrededor del sol, seguimos inmersos en la puta crisis y, lo más importante, seguimos vivitos, coleando y dando la matraca. Les digo todo esto porque parecía que la nueva ley antitabaco, que entró en vigor este domingo, iba a ser algo así como el cataclismo universal. Pero no. Ni ha habido hostias, ni tampoco los hosteleros han acabado a gorrazos con clientes insurrectos. No les niego que, más allá de los intensos debates que ha habido sobre el particular, estaba interesado en ver como discurría la primera jornada de la Era Postabaco. Me di una vuelta por Jaén, entré en algún local y llamé al presidente de la Federación de Turismo y Hostelería para que me hiciera unas valoraciones para el periódico. Ningún herido en combate. ‘La noticia es que no hay noticia’.
Miren, yo jamás me he metido un pitillo en la boca. O sea, que en una hipotética contienda entre fumadores y no fumadores me alinearía claramente con los segundos. Pero evito los planteamientos fundamentalistas, que nunca han sido buenos compañeros de viaje. Sencillamente creo que esta norma pone las cosas en su sitio. Es decir, que la voluntad de una mayoría, aproximadamente el 70 por ciento de la población, no esté sometida a la forma de actuar de una minoría, el 30 por ciento restante. Es una cuestión de sentido común y, por tanto, aceptada por la generalidad. Hasta por los propios ‘damnificados’, diría yo.
El Gobierno, con el refrendo de las Cortes, ha hecho lo que tenía que hacer. Punto pelota. Nunca entenderé a los que ponen el grito en el cielo cuando se legisla sobre comportamientos que suponen un menoscabo de los derechos de los demás. Si te crujen por conducir con dos copas, justificado está. Pero lo que no llego a entender es el argumentario de los empresarios en este litigio sobre los malos humos en bares, restaurantes y demás locales de ocio. Dicen que las ventas bajarán un 10 por ciento. ¿Por qué? Yo no conozco todavía a nadie, y les garantizo que tengo muchos amigos adictos a la nicotina, que me haya dicho que no vaya a tomarse un café porque no pueda utilizar el mechero. Pero sin embargo, sí sé de muchos -yo el primero- que ahora tendrán menos reparos para salir de cañas con la garantía de que ellos, y sobre todo sus hijos, respirarán aire limpio. Tiempo al tiempo. Y ya hablaremos dentro de unos meses.