‘En la prosperidad modérate, en la adversidad resígnate y sé siempre prudente’. Lo dijo Tirso de Molina y lleva más razón que un santo -y no lo digo porque fuera fraile antes que poeta y dramaturgo-. Pues eso, como sólo se me pasan barbaridades por la cabeza cuando se aborda ‘el asombroso caso del tranvía de Jaén’, que pareciera más el título de una obra de Agatha Christie que lo que realmente es, un auténtico esperpento. Acudo, por tanto, a la proverbial templanza de mi compañera María Capilla de la Calle para evitar males mayores. Ahí va su comentario de hoy en la edición impresa del periódico.

“Cada verano tiene su culebrón. El de éste ya se pueden imaginar cuál es… En efecto, es fácil, el tranvía. Ahí está en vía muerta desde mediados de mayo. Sé que las posiciones de unos y otros son difíciles de conciliar. El Ayuntamiento esgrime argumentos relacionados con el coste de este servicio, inasumibles para las arcas municipales a juicio del PP. Y la Junta insiste en que el funcionamiento del trenecillo es competencia del consistorio y a él le corresponde ponerlo en marcha.

Me van a permitir que no me postule ni a favor de unos ni en contra de otros, pero sí tengo que expresarles mi perplejidad por todo lo que está sucediendo. Estoy estupefacta, como también lo está la inmensa mayoría de los ciudadanos con los que he tenido la oportunidad de hablar del tema. O se impone el sentido común o, nuevamente, la clase política y los partidos saldrán trasquilados”.