El otro día la familia Fresneda, los propietarios de los restaurantes El Maño de Huéscar y Fátima, convocaron a un grupo de amigos con motivo de matar cinco porcinos, criados por ellos mismos. Seguro que en el ánimo festivo de los asistentes no cabía reflexión del porque se sigue haciendo, cada vez menos, este ritual gastronómico de forma pública. Si bien, con solo echar la vista atrás y consultar algunos tratados y obras, entre ellas la de Julio Caro Baroja, dan la clave de este acto publico en que los anfitriones invitan a sus amigos a una jornada festera. Pero que hace muchos años tenia un peso que hasta podía ir la vida en ello.
Cuando Antonio y sus hijos Emilio y Toni, tras todos los certificados sanitarios, junto a familiares y amigos despiezaban los cochinos, para más tarde compartir unas migas con panceta y su asadura, seguro que no sabían que repetían un acto que cuando se realiza la expulsión de los últimos moriscos, tenia una importancia primordial. El hacer públicamente ingesta de productos del cerdo, era acatar el nuevo orden social y político que había llegado con la conquista del Reino de Granada. Esta claro que comer “jalufo” o productos derivados del cerdo, sigue prohibido por el Corán y El Profeta. Por tanto hacer exhibición pública de su ingesta era demostrar que se era “cristiano viejo” o que al menos aceptaban las nuevas normas religiosas y alimentarias.
El Maño tiene fama en sus restaurantes de las buenas viandas que ofrecen a sus clientes y parroquianos. Prueba de ello es el cariño y la buena mano que tienen para preparar sus variados platos, donde también es estrella el famoso cordero segureño que se cría en la zona, y que preparan a la brasa o al horno. Famosos son sus menús de boda, donde las viandas son rutilantes y generosas. De modo que ya saben, si van por tierras de Huéscar o a Fátima, recalen en sus mesas y ya me contará. También puede tapear en su animada barra que ofrece tapas a elegir como jamón. Setas salteadas o sus montadito de panceta.