Me viene a la memoria cuando en el pueblo costero de Rosas, que más tarde se hizo famoso, porque allí se situó El Bulli, mis amigos buceadores nos regalaban bolsas de erizos de mar. No se cotizaban y no se valoraban en absoluto gastronómicamente. Y ahora nos hemos encontrado con una demanda y valoración excelsa de este producto muy de la mar. Su sabor a yodo inundan las papilas gustativas con intensidad