Tres peligros más acechan al feliz veraneante que ha tenido la suerte y el dinero para escaparse unos días. Primero los móviles. Con esa manía de llevar el “portable” a todas partes por si llama la familia o la pareja, se sufren terribles llamadas a horas donde las normas de urbanidad (¿que es eso?) o la más basica educación indican que no se llama, sobre todo en verano. Te llaman para que cambies de compañia, o los conocidos pesados que con toda la cara te cuentan desde el chiringuito a las cuatro de la tarde y gritan alegres con los gin tonic: “¡que nos acordamos de ti ahora. Estamos en la gloría!. Es evidente que tu también te acuerdas de el y de toda su familia. Por favor, sentido común, en periodo estival no se llama, salvo seria emergencias antes de las 11 y de 13:30 a 17:30, como mínimo.
Otro fenómeno que descubro este año es ver ciertas ofertas de algunos restaurantes de vinos extranjeros, sobre todo de Italia y Francia. Vinos que en su país de origen cuestan de 0,70 a 2 euros ya en supermercados, y que aquí, por tener nombre extranjero y raro, le ponen 20 euros por botella y a vivir que son dos días.
Y por último, a pesar de que muchas bebidas alcohólicas ya tienen precios muy ajustados (más baratos que en Gibraltar y Andorra) como se puede ver en supermercados, hay wisky, por ejemplo, a menos de 5 euros. Y claro la tentación de meterlo en una botella de marca conocida es grande. Y si se sirve con un refresco, ¿quién se va a enterar?. Pues eso…