Metió Juan García Montero la mano en el agujero de las víboras y puede que tenga que hacer lo que algunos ya denominan el número del ‘tragasables’, engullir sus propias palabras y rectificar, ‘rara avis’ este fenómeno sobrenatural en los confines de la política. Sabe Juan que ha metido la pata al implicar a los funcionarios en el escándalo del Circo, aunque no lo admita; porque eso sería como claudicar ante sus propios compañeros de partido y ante el todopoderoso García-Royo, que ya ha dicho tácitamente que la película no va con él, vaya a ser que alguien demuestre lo contrario. Me consta que algún concejal del PP se ha dirigido en privado a los funcionarios para desmarcarse de la espiral de su compañero de Cultura. Incluso cuentan que alguien de peso en el partido les reunió, les dijo “tranquilos, que sois inocentes”, y puede que hasta les diera algún obsequio para digerir el mal trago. Los funcionarios no van a decir nada; son esos puñeteros amaños que tiene la política cuando alguien te coge por la entrepierna para que no sueltes palabra. Pero hay más víboras que bailan, sobre todo cuando el encantador de serpientes ha sido tan torpe que ha caído en su propia trampa.