Pensaba que los cantos inclinados que han puesto en las aceras de Gran Vía se debían a alguna genialidad arquitectónica que los angostos patrones de mi mente no son capaces de entender. Qué quieren que les diga, yo soy tan cateto que si pudiera ponía una farola como las de Gran Vía en la mesita de noche. Pero no, resulta que esos planos inclinados en los bordillos tienen una motivación lógica, que no es otra que la de evitar que los vehículos se monten en las aceras. Tiene narices. Que aquí gusta mucho eso de ir en coche a comprar un helado a Los Italianos, aparcar en plena Gran Vía con los cuatro intermitentes, ponerse una media en la cabeza, mirar una de esas cámaras ‘pone multas’ y hacerle un corte de mangas a Balderas, de esos que traducidos resultan: por mucho que hagas, voy a meter el coche donde me salga de los mismísimos. También he comprendido una pancarta que han colgado en plena calle y que reclama: ‘No queremos pasos de peatones en zig-zag, los queremos en horizontal, como antes’. Nunca las protestas vecinales fueron tan sublimes y eso se lo debemos al Ayuntamiento, que ha enriquecido nuestros conocimientos urbanísticos y ya sabemos más de arquitectura que Ricardito Bofill hijo. Un paso de cebra en zig-zag, para cruzar de acera en acera mientras cantamos aquello de ‘voy haciendo eses dónde me lleven mis pieses’. Por cierto, me dicen que la Junta no va a poner ningún impedimento a las obras de Constitución. Que no va a levantar ningún tabique al borde del precipicio. Que las municipales son en mayo de 2007 y las obras terminan, con suerte en febrero. Y con algo de mala suerte… no terminan.