Me dice Bethoven, seudónimo de campanillas para un desconocido infiltrado en este blog, que sólo cuento coñazos. Algo que, lejos de ofenderme, sólo viene a corroborar lo que yo mismo pienso: que soy un muermo y un cobarde que, a ratos, no se atreve a llamar a las cosas por su nombre. Por qué cuando ayer hablé de Armilla no mencioné al delegado de Obras Públicas de Granada, un indolente que sin quererlo y sin saberlo -quiero pensar- se ha metido en un aprieto. Tampoco dije que Teresa Jiménez, delegada de la Junta, tuvo arrojo y valor al plantarle cara otra vez al ‘clan de Armilla’ y decirle que no pasará por el embudo de su urbanismo faraónico. Teresa -esta mujer cada vez me convence más aunque me cuente menos cosas- recibió hace tiempo una llamada de Sevilla y sabe que en este pulso tiene arrope. Si la Junta recurre finalmente la aprobación del Parque Nevada la decisión llegará posiblemente desde alguna dirección general de los servicios centrales. Claro, eso si nadie recurre antes, que todo puede pasar. Viene una semana movidita. Mientras tanto, los totems del socialismo no dicen de Armilla y del Parque Nevada ni media palabra. ¿Por qué será? Ésa es la peor manera de burlar la presunción de inocencia. Porque desde este blog, mientras que nadie nos demuestre lo contrario, pensamos que todas las manos están limpias. Aunque los indicios y las lenguas viperinas quieran hacernos ver que, en la oscuridad, todos los gatos son pardos.