Ni los botelloneros más exaltados, ni el ímpetu de la fiesta de la primavera, ni una tribu de adolescentes calientes… nada me ha dado tanto por saco ni ha atracado sin anestesia mi descanso como las máquinas de García-Royo, en marcha al amanecer. Fue a las seis de la mañana -seis-, para ser más precisos, […]