Mejor no sigan leyendo, que no tienen ni pajolera idea de lo que va la cosa -sin insultar-. Si les soy sincero, yo tampoco lo tengo muy claro. Pero he adquirido con una amiga una deuda de corazones ‘on line’ y sentimientos binarios, que a veces resultan tan simples que son los que más nos ilusionan; el 1 y el 0 de la computadora y la Red, el ‘tic-tac’ de las venas. Mi amiga está hecha un lío, qué leches, que todos tenemos derecho, de vez en cuando, a darle una vuelta de 180 grados al coco, y el que esté libre de pecados que tire la primera caja de ansiolíticos sobre el diván de sus neuras. Si me sale mal, mi amiga que convertirá en eunuco, que ya me lo ha advertido; que me dejará para ocupar un puesto de tenor en el coro de Los Pequeños Cantores de Viena; pero yo me fío más de un corta-huevos que de un corta-cuellos, y ella me entiende. Por eso ando aquí, tendiendo una trampa a un fantasma que no sabemos si existe; que ni tan siquiera tenemos claro si queremos que exista. Yo me juego los cinco números del Gordo de la Primitiva y el reintegro a que no pica en este cebo ingenuo. En cambio, antes de convertirme en eunuco, garantizo que a este artículo le llegarán, al menos, cinco comentarios de los que nos hacen sentirnos de puta madre. Amiga mía, que diría Alejandro Sanz (aunque mi sensibilidad sea más del estilo de El Barrio, tú me entiendes).