Isabel es un golpe seco como el orujo y gesto de perdonavidas. Isabelita es política sin politiqueos, arrojo osado, un rincón de descaro en un callejón sin salida. Así es Isabel, la mermelada de uva sobre una mancha de mora (léase Nino), la mujer que no conoce a Caler, la concejala de Urbanismo que llegó al Ayuntamiento como un plan parcial en mitad de su vida y se ha quedado como brazo de hierro.

Hace cuatro años era el florero tímido y taimado en la esquina de la mesa. Ahí se ve, el día en el que Torres Hurtado presentó su programa electoral de 2004 con Nino de su alma sentado a la derecha e Isabel a la izquierda, que quedaba bien por eso de las cuotas femeninas y las paridas (entiéndase paridad).

Cuatro años después Isabel se ha convertido en el látigo viperino del gobierno de Torres Hurtado. Mérida es metódico y discreto, calculador, pero se domina mejor en las fórmulas que en los adjetivos. Pero en la política siempre hay alguno que tiene que poner las metáforas y esa es Isabel.

Me dice mi colega Jorge que también hay que valer para ser doberman. Nino servía. En cambio, Isabel puede ser como un delantero cuando hace una falta, que está más acostumbrado a la filigrana que a la leña y se tira como un huracán a la rodilla. Aquí esperamos los plumillas, ansiosos por que un día meta la pata y nos brinde una ‘nietada’.

Isabel, que lleva 38 días con los quioscos de Santa Micaela llenos de mierda y no los arregla. Ahora entiendo lo de ‘cumplimos’.

La foto es de Ramón L. Pérez. Como verán he empezado a rescatar fotos que tocan los güevecillos por reírnos un poco. Hay de todos y para todos/as.