De verdad, Nino García-Royo, que hoy no quería escribir de ti, ni de tus planes ni de tus planos, pero no me ha quedado más remedio. ¿Qué te pasa? Tú que has sido titán sin escrúpulos, que hasta a las palomas de la plaza del Carmen le pides licencia antes de hacer los nidos. Nunca pensé que una mente preclara cupiese en una cabeza de avestruz, la que usas para esconderte en el agujero cuando la actualidad tienta a tus hombres de confianza, cuando el último ‘mindundi’ al que infravaloras vilipendia tu ego. Entonces echas manos de argumentos peregrinos, que son a los que acuden los que se sonrojan.
No has dicho nada de Juan Manuel Segura y de su cargo en la Fundación Albaicín, a pesar de que sabes que elevarlo a gerente de este organismo con sus antecedentes -hacer obras sin licencia- fue una metedura de pata mayúscula. No retumbes todavía en las silla.
Callas, y lo peor es que sabes que los demás sabemos que no querrías callar pero te sientes obligado; y que el hombre que hace pocas semanas defendiste a capa y espada, el que de verdad se ha jugado el pecho por ti para tragarse los marrones, ha empezado a cansarse de la situación y de que mantengas al frente de la Fundación a una buena persona que con la escuadra y el cartabón hace círculos.
Me consta que alguien le va a decir al oído a tu mano “derecha e izquierda” que deje de poner la cara, que no sea tonto. Qué dirás mañana, cuando sepas que las noticias siguen, que hay partes que no se han contado nunca, maniobras que quizás tú mismo desconozcas… Si has llegado hasta esta última línea, se escucharán los gruñidos más allá de Alcaldía. Ahora te cabrearás; posiblemente conmigo, porque no te atreves a pelearte contigo mismo.