Pido permiso para dedicar esta columna y contar el porque todas las ferias no son iguales y la de Granada tiene un “sabor especial”. Yo creo que hará cuarenta años. Feria de Sevilla, invitados a una de las casetas más autentica y tradicional del “Real”. Diez de la noche. Yo pido “una cervecita”; alguien a mi lado, con cargo y rango, me indica al oído que en las casetas (cuento de aquella época) lo suyo era pedir una copa de fino. La manzanilla en esos tiempos era muy efímera y se “remontaba” en el traslado, para el ferial. Todavía no se usaba en esas bodegas la estabilización para el vino. El fino servido no estaba muy frío, e insinúe si había alguna tapa (yo soy del mismo Granada). La respuesta de mi anfitrión era que por deferencia pondría un platito de “pata negra”, pero que supiera que “lo flamencos no comen”. Como pueden imaginar al día siguiente, antes de volver al Real, yo hice en el hotel una merienda – cena pantagruélical. Pero me paso otra cosa. A eso de la una de la madrugada se me ocurrió la “temeridad” de pedir: “¿me pone un gintonic de Larios?”. Aquello hizo mucho daño psicológico a mi anfitriones. Por eso me da alegría que el lunes en la caseta del Ayuntamiento vuelva el concurso gastronómico y marcan la diferencia de nuestra Feria. Donde la cocina tradicional es un lujo a compartir entre caseteros y amigos. Casi siempre guisadas por socios, que en su vida diaria son fontaneros o médicos, pero que ese día le dan al perol y ofrecen felicidad a todos los asistentes.